TRIBUNA
Los periódicos en el 23-F
El archivo de Ignacio Aguirre arroja luz sobre los medios y el golpe de Estado
La trama civil del 23-F nunca se investigó suficientemente y todavía quedan muchos interrogantes. Dejar en paz a los civiles que le apoyaron en la sombra, era una de las condiciones de Tejero para deponer su actitud y liberar a los diputados secuestrados en el Congreso, a pesar de que el Abc de Sevilla lo negaba y decía en su editorial del 24-F que ¡solo estuvieron retenidos!
Mucho se ha escrito sobre ese día de febrero de 1981, pero pocas novedades se han incorporado a la investigación de los apoyos civiles a la intentona que pudo frustrar el desarrollo democrático en nuestro país. Muchos interrogantes quedaron enterrados y, aunque ha pasado tanto tiempo que cualquier responsabilidad ha prescrito y nuestra democracia está consolidada, sería importante averiguar todo lo que pasó porque la historia lo demanda.
Otro debate, aún pendiente, es el del comportamiento de los medios de comunicación en los días previos y posteriores. Un debate, siempre permanente, sobre la defensa de la libertad de expresión. Porque es evidente que, de haber triunfado el golpe de Estado, la libertad de expresión, uno de los derechos con los que hoy convivimos de forma natural, habría sido suprimida.
La prensa que se vendió es el título del libro, de próxima aparición, que analiza cómo se comportaron los medios de comunicación que protagonizaron la Transición. Recoge el periodo de los Gobiernos de UCD, con Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo. El texto está centrado en el archivo reservado del último portavoz del Gobierno, Ignacio Aguirre, tío y mentor de Esperanza Aguirre. Una de las revelaciones más espectaculares de este libro es el papel del diario Abc, en su edición de Sevilla, al que el Gobierno calificó de golpista.
Por eso resulta más sorprendente que un medio de comunicación, que reparte hoy en día moralina democrática, como es Abc, apoyase a los militares golpistas. ¿Quién le ayudó a Abc de Sevilla a tapar y ocultar su vergonzante papel hasta ahora? Pues nada menos que el propio portavoz del Gobierno, Ignacio Aguirre. Pese a los requerimientos de algunos ministros como García Añoveros y de los informes de la propia Secretaría de Estado para la Información, Aguirre, el portavoz del presidente Calvo Sotelo, decidió que había que hacer de Abc el referente mediático frente a la prensa más progresista y que nadie supiese lo que había hecho el diario. Con documentos confidenciales vemos cómo se impide la reaparición del diario Madrid, se aplica la eutanasia a Informaciones y Pueblo y se pretende perjudicar a EL PAÍS y beneficiar a Abc. Los documentos que desvela el libro demuestran, además, la persecución de los periodistas progresistas y de izquierda.
El 16 de marzo de 1981, el secretario de Estado Ignacio Aguirre le escribe al presidente Calvo-Sotelo: “Después de haber apoyado el golpe en la forma que tú has visto en el dossier de que dispones…”. Se refiere a Nicolás Salas, director de Abc de Sevilla, de quien se dice en la nota que se fue a Capitanía y no al Gobierno Civil en la noche del golpe, prohibiendo salir a la calle a todos los redactores de Abc.
‘Abc’ de Sevilla jugó a la “desmovilización” en la marcha a favor de la democracia
Cuatro días después el ministro de Hacienda, Jaime García Añoveros, en un mensaje lacónico y con expresivo lenguaje analiza el editorial de Abc:“Verás que se trata del más puro fascismo, en la línea de la actuación del periódico con motivo del golpe de Estado”. El editorial de Abc de dicha fecha calificaba de hipocresía que los políticos pidieran una acción policial seria y eficaz, después de un lustro sangriento y cuidadosamente soslayado en las Cortes. Posteriormente, se da a conocer el dossier del Gobierno en el que se analiza el “golpismo” de Abc de Sevilla, una de cuyas afirmaciones, refiriéndose a los demócratas, era “la mala hierba que hay que erradicar”.
En el dossier citado, de la Secretaría de Estado para la Información, comparativo de las ediciones de Abc de Sevilla y Madrid, se dice del director de Sevilla, Nicolás Salas, que de su pluma no sale una sola palabra de condena del golpe. Por el contrario, insiste en el paralelo entre las situaciones de 1931-1936 y 1975-1981, “cargando demagógicamente las tintas y preparando psicológicamente a la opinión ante la inevitabilidad y oportunidad del golpe militar; ya no se trata de mensajes subliminales sino de incitaciones directas al golpe y a la subsiguiente represión, señalando incluso con el dedo a las futuras víctimas, a la mala hierba que hay que erradicar”.
El informe desglosa distintos aspectos, como el mayor número de páginas dedicadas a la información del golpe en el Abc de Madrid, que en el de Sevilla. El editorial del día posterior al golpe, titulado Respeto a la Constitución y calma nacional, en la edición sevillana se compone en un cuerpo de letra pequeño, lo mismo pasa con las fotografías. Abc de Sevilla sale con el titular: España, confusión e incertidumbre, que el informe de la Secretaría de Estado califica de ambiguo y contemporizador. También muestra su extrañeza de que solo hable de “retenidos” cuando titula la edición sevillana de Abc, Gobierno y diputados, retenidos por miembros de la Guardia Civil. Luego se señala que Abc de Sevilla juega la “carta desmovilizadora” señalando el peligro de acudir a la manifestación por la libertad, la democracia y la Constitución. A continuación daba datos distintos a los de Abc de Madrid que habló de 100.000 asistentes a la manifestación en Sevilla, mientras que la edición de la capital andaluza la cifró en 20.000. Esta edición sevillana de Abc dedicó un “despliegue tan espectacular como sin precedente” al terrorismo etarra.
El libro desvela también cómo Ignacio Aguirre tampoco hará caso de la carta de Marcelino Oreja, delegado del Gobierno en el País Vasco, que pedía acciones contra el diario Egin. Y dejará sin efecto la “sugerencia” hecha en el mismo sentido por el propio rey Juan Carlos. Ignacio Aguirre fue, además, el mentor del liberalismo de su sobrina. Esperanza sacó su plaza en Turismo cuando su tío Ignacio era secretario de Estado. La bandera de intransigencia con el terrorismo levantada por Esperanza Aguirre se enfrenta a la verdad de sus orígenes político-familiares, en los que se aportan más documentos que demuestran cómo se hizo lo contrario a lo que ahora pregona la presidenta del PP de Madrid, incluso para afearle a Mariano Rajoy su papel al respecto.
Luis Santos Serra y Pilar de Miguel Huélamo son periodistas.
Un libro analiza la relación entre prensa y poder en la Transición
Existieron listas negras de periodistas de izquierdas
Madrid
Listas negras de periodistas de izquierdas, profesionales vigilados por la policía, cartas al Gobierno haciéndole saber que se había levantado una crónica crítica y pidiendo auxilio económico, maniobras para favorecer a un diario y perjudicar a otro e incluso páginas de un periódico favorable al 23-F. Son algunos de los ingredientes de La prensa que se vendió (Ediciones Carena), un libro en el que el periodista Luis Santos analiza las relaciones entre medios de comunicación y poder durante la Transición: desde el boicot hasta la sumisión total.
La obra fue presentada ayer en la Fundación Diario Madrid por el periodista Miguel Ángel Aguilar, quien también aparece en las páginas del libro, ya que el Gobierno vetó su presencia en un acto militar en septiembre de 1982, lo que provocó una enérgica protesta del entonces director de EL PAÍS, Juan Luis Cebrián.
Aguilar destacó el valor de los documentos originales aportados en el libro y que sobrevivieron “a la trituradora de papeles que funcionó sin descanso desde que UCD perdió las elecciones”. Se trata, en palabras del autor, de “un archivo de maldades” en forma de cartas, informes y notas confidenciales de los secretarios de Estado para la Información Manuel Ortiz, Josep Melià, Rosa Posada e Ignacio Aguirre entre 1978 y 1982. El primero, más descriptivo, resumía para Adolfo Suárez las reuniones que mantenía con editores, directores de prensa y banqueros. Las de Ignacio Aguirre, tío de la expresidenta madrileña, iban más allá. “Le dice al presidente a qué medios hay que apoyar, propone soluciones bancarias y estigmatiza determinadas opciones progresistas”, mantiene Santos.
Tras analizar la documentación, Santos asegura que existieron “ejemplos de buen periodismo”, entre los que cita la edición especial de EL PAÍS en plena intentona de golpe de Estado apoyando la Constitución — “con el riesgo que eso suponía”— o un editorial conjunto titulado “No frustrar una esperanza” en el que EL PAÍS, Informaciones, Pueblo, Diario 16, Arriba y Ya critican “la instrumentalización de las fuerzas armadas pocos días después de la legalización del PCE”. Frente a ellos, Santos cita un dossier en el que el secretario de Estado de Información Aguirre advierte al presidente de cómo el director de Abc de Sevilla ha estado “preparando psicológicamente a la opinión ante la inevitabilidad y oportunidad del golpe militar”: “Ya no se trata de mensajes subliminales, sino de incitaciones directas al golpe y a la subsiguiente represión, señalando incluso con el dedo a las futuras víctimas, a la mala hierba que hay que erradicar”.
El libro recoge también una nota “muy confidencial” de Ignacio Aguirre para Calvo Sotelo en la que, “ante las próximas elecciones”, propone “sanear económicamente” un periódico conservador —“será baza fundamental para que no triunfe el socialismo”, dice— mientras se perjudica a EL PAÍS — “el diario de más difusión, preferido por los ejecutivos y la juventud, bien hecho y con aureola democrática” pese a su “permanente escoramiento hacia la izquierda”, añade—. Ejemplos de “corrupción ética”, según el autor, y del “descarnado lenguaje del mercadeo” entre parte de la prensa y del poder de entonces.
DIARIO PÚBLICO. FRANCISCO ESPINOSA. Historiador.
Francisco Espinosa
Historiador
Acaba de publicarse un libro importante. Su autor es
el periodista Luis Santos y su título La prensa que se vendió (Ediciones Carena, Barcelona, 2015). Tras ese peculiar
título nos encontramos con algo que, conociendo este país, nunca pensamos que
llegaríamos a ver: las relaciones entre la prensa y el poder entre 1978 y 1982.
La fuente es el archivo de la Secretaría de Estado para la Información. A
alguien se le olvidó destruirlo o llevárselo. Fueron varios los secretarios de
esos años, pero nos interesa especialmente el último, Ignacio Aguirre Borrell,
que ocupo el cargo entre el 27 de febrero de 1981 y el 7 de diciembre de 1982.
Casi todos los periódicos del momento aparecen en el
libro con pequeñas historias que confirman una vez más que la realidad suele
superar a la ficción. Aquí nos centraremos en lo relativo al Abc de Sevilla, dirigido por Nicolás Salas entre 1976 y
1984. Lo que ya sabíamos de oídas se confirma ahora por la documentación
oficial. El periódico dirigido por Salas apoyó el golpe y el propio gobierno lo
consideró golpista y fascista. Como nos recuerda Luis Santos, el periodista
Ramón Orozco, que criticó públicamente a Salas, fue condenado a pagar una
multa. He aquí la justicia española en acción, defendiendo al fascista y
condenando al demócrata. Como si lo fundamental no hubiera cambiado.
El 16 de marzo de 1981 Ignacio Aguirre informa al
presidente Calvo-Sotelo que “la noche del golpe, [Salas] prohibió salir a la
calle a todos los redactores de ABC. Él se fue a Capitanía (no al Gobierno
Civil). ABC de Sevilla no ha dado ninguna información sobre lo que ocurrió o
dejó de ocurrir en Sevilla en ese día”. Uno de los documentos compara en qué
forma trataron las dos ediciones de Abc (Madrid
y Sevilla) los sucesos del 23 de febrero. Entre las diferencias señala que la
de Sevilla “juega abiertamente la carta desmovilizadora”.
Sobre la manifestación que se convoca en defensa de la
libertad la editorial del Abcsostiene que “cuando España tiene un parlamento sobran
las algaradas callejeras”. El informe indica que con esta actitud Nicolás Salas
consiguió retraer a las clases medias y altas. Además, mientras “el Abc de Madrid daba una cifra de manifestantes [sevillanos]
cercana a los cien mil, el Abc de Sevilla la fijaba –muy por debajo de la realidad–
en 20.000”.
La falta de información sobre el golpe fue compensada
por el diario de Salas con abundante información sobre el terrorismo etarra,
aspecto que tampoco pasó desapercibido en el informe. La manipulación de la
realidad era constante y la ética periodística un concepto enteramente ajeno al
periódico sevillano.
En su conclusión, el informe considera que las
intervenciones de Salas en esos días posteriores al golpe son muestra de “un
provincianismo mostrenco”. En sus artículos de esos días –“El veneno está
servido” (22-2-81), “Manifestación: un grave riesgo innecesario” (26-2-81),
“Trabajador, engañado y mártir” (1-3-81) “insiste en el paralelo entre las
situaciones de 1.931-1.936 y 1.975-1.981, cargando demasiado las tintas y
preparando psicológicamente a la opinión ante la inevitabilidad y oportunidad
del golpe militar, ya no se trata de mensajes subliminales sino de incitaciones
directas al golpe y a la subsiguiente represión, señalando incluso con el dedo
a las futuras víctimas, a la mala hierba que hay que erradicar”. Sobre la
actitud del periódico sevillano una tarjeta del ministro de Hacienda Jaime
García Añoveros indica a Aguirre: “…verás que se trata del más puro fascismo,
en la línea de la actuación del periódico con motivo del golpe de Estado”.
Un años después del golpe, Nicolás Salas escribe a
Guillermo Luca de Tena, ex director del Abc de
Sevilla, ex senador y presidente del consejo de administración del grupo
editorial Prensa Española, y este a su vez lo pasa a Aguirre, lo siguiente: “No
solo es importante lo que hacemos sino lo que dejamos de hacer; o sea, bien lo
que no dejo que se haga o lo que hago morir diariamente en mi mesa de
despacho”. He aquí en pocas palabras el código ético del diario sevillano. La
cuestión de fondo no es otra que la penosa situación económica del Abc. Luca de Tena le dice a Ignacio Aguirre que, en cuestiones
nacionales, “estará dispuesto a hacer siempre lo que le digamos”, añadiendo que
publicará siempre lo que le manden personas como Ricardo de la Cierva o Julián
Marías.
Pese a todo, las relaciones entre Abc y el gobierno se van estrechando hasta la operación
que llevará a Luis María Ansón Oliart a la dirección del periódico, ya
“saneado”, en 1983. Buena parte del éxito se debe a Ignacio Aguirre. Salas le
agradecerá su comprensión y, de paso, aprovechará para mandarle su currículum,
que el otro archiva “cuidadosamente”. De cara a la operación que igualmente
tendrá lugar en El
País en 1983, cuando el periódico pasa a
estar bajo el control de Jesús Polanco, el Abc se
postulaba ante el gobierno como el gran periódico que la derecha española
necesitaba. Fue así como el periódico de los Luca de Tena, de encontrarse en
situación de no poder ni pagar las nóminas y tras experimentar una gran bajada
de ventas, recuperó de nuevo el poder perdido.
El trabajo de Luis Santos reproduce y comenta estos
documentos que nos muestran una realidad que se nos había ocultado, realidad
que afecta tanto al periódico monarco-fascista Abc de
Sevilla como al Gobierno de la UCD, al que vemos funcionar a través de Ignacio
Aguirre en clave franquista, por más que el mismo secretario de Estado para la
Información exponga claramente al gobierno las maniobras pro golpistas del Abc de Sevilla en la época de Salas como director.
Este, por su parte, seguirá durante años publicando
decenas de libros en los que invariablemente dará una visión apocalíptica de la
República y ensalzará hasta la extenuación a los golpistas del “18 de julio” y
muy especialmente a Queipo, con lo que tendrá el éxito asegurado entre los
sectores más ultras de la ciudad. Es tal su amor por Sevilla que el PP le
dedicó una calle hace unos años en la que se alude nada menos a su condición de
periodista.
Hay que felicitar pues al autor, Luis
Santos, y a la editorial Carena por la publicación de este libro, que sin duda
contribuirá a conocer mejor en que consistió la transición. A los defensores de
dicho proceso se les va complicando la defensa del cada vez menos canónico
período histórico y su utilización por la derecha permanente, concepto que
desborda lo que entendemos por la derecha política, como muro de contención. La
verdad es que el muro se va derrumbando poco a poco y lo que vamos viendo es el
nivel de degradación en que se movía la España salida de aquel paraíso de
fanatismo, violencia y corrupción generalizada que fue el franquismo, cuyo
mayor triunfo fue sin duda perpetuarse en lo fundamental tras la muerte del
dictador.
El Nuevo Lunes. Miguel Ángel Aguilar.
Miguel Ángel Aguilar
Se ofrecen
mercenarios
Luis Santos, periodista de larga trayectoria que ha
cumplido tareas informativas en el Congreso de los Diputados acaba de publicar
un libro La prensa que se vendió en
ediciones Carena, que prueba la relevancia de la información robada, casi
siempre más significativa que la cocinada con cuidado para su difusión.
Recordemos esa definición que como toda caricatura exagera los rasgos según la
cual noticia es aquello que alguien está intentando que no se publique. Nuestro
autor, no sabemos cómo, ha tenido acceso a las notas que los sucesivos
secretarios de Estado de Información -Manuel Ortiz Sánchez, Josep Meliá Pericás
y Rosa Posada Chaparro, al servicio del presidente Adolfo Suárez, e Ignacio
Aguirre Borrell al servicio del presidente Leopoldo Calvo Sotelo- redactaron
para sus respectivos jefes.
Esas notas constituyen un verdadero yacimiento
informativo que justifica de pleno el título La prensa que se vendió elegido para el libro que comentamos. Cuenta Luis Santos que estaban puestas
a buen recaudo fuera de los archivos ordinarios. Sucede que esa misma
pretensión de mantenerlas en secreto hizo que se salvaran de la destrucción
masiva de papeles llevada a cabo en los días que siguieron a la derrota
electoral de la UCD de Leopoldo Calvo Sotelo y Landelino Lavilla el 28 de
octubre de 1982. Su alumbramiento en estos días permite seguir la penosa línea
de genuflexión descrita por algunos de los editores de la prensa de referencia,
dispuestos a ofrendar cualquier vileza como mérito que les hiciera acreedores a
las ansiadas subvenciones. Sabíamos que la independencia de los medios sólo es
posible cuando su cuenta de resultados presenta números negros. La ruina es
siempre camino de servidumbre como queda a la vista. También lo es la
insaciabilidad de quienes siempre quieren más.
Interesa observar cómo algunos dirigentes de los Medios
de Comunicación Social del Estado, organismo que agrupaba a la prensa y radio
del Movimiento procedente de FET y de las JONS, se pronunciaban a favor del
cierre antes de que pudieran quedar en manos de redacciones consideradas en
ocasiones poco fiables por su infiltración izquierdista. Queda de manifiesto el
juicio que el Abc de Sevilla y su
director Nicolás de Salas merecían al Secretario de Estado que calificaba su
actitud de golpista el 23-F y los meses que siguieron. Que el director del Abc de Madrid, Guillermo Luca de Tena,
remitiera por ejemplo una crónica de José María Carrascal fechada en Nueva York
con referencias tomadas del NYT críticas hacia el Gobierno de Calvo Sotelo
señalando que había optado por retirarla en su disposición de evitar disgustos
al poder tiene perfiles de escándalo.
También sale a relucir el resumen de las conversaciones
con Guillermo que Ignacio Aguirre transcribe para el presidente donde implora
ayudas económicas a cambio de ofrecer cuanta sumisión fuera necesaria. Del
editor de La Vanguardia, Javier Godó,
hay una carta en el mismo sentido poniendo de manifiesto su indudable
trayectoria de servicio a la monarquía y a España, ofreciendo su colaboración
para la campaña electoral, antes de reclamar asistencia económica. Antonio
Asensio presidente del grupo Zeta se
suma a los anteriores asegurando que sus críticas serán moderadas. Aparece Luis
María Anson, presidente de la agencia Efe, pidiendo que se ate en corto a su
competidora la agencia Europa Press. En aquellos tiempos El País quedaba fuera de este circuito y al diario MADRID se le
prefería cerrado sin facilidad alguna para que recibiera la indemnización
pendiente por la clausura dictada por el gobierno de Franco y Carrero el 25 de
noviembre de 1975 y declarada ilegal según sentencia del Tribunal Supremo.
Atentos.
EL ESPAÑOL. César Sampedro Sánchez. Historiador
La prensa que se vendió
Por César Sampedro Sánchez, Doctor en Historia
La prensa que se vendió (ediciones Carena) es el último libro del periodista Luis Santos que relata
el papel de los medios escritos, cuando la televisión no llegaba a todos los
hogares y la radio era el único otro medio de comunicación libre durante el 23F
de 1981. Décadas después, podemos decir que pocos medios a excepción deEl País de Juan Luis Cebrián y de forma más tardía Diario 16 de Pedro J. Ramírez se atrevieron a
alinearse esa noche con la democracia y la Constitución.
“El país con la Constitución”, fue el titular ofrecido por El País de Cebrián. “Fracasa el golpe”, tituló Diario 16. He leído declaraciones y versiones contradictorias
sobre cómo Cebrián animaba a Pedro Jota a sacar pronto la edición, mientras
este se declaraba falto de medios en el extinto medio para sacar la edición
nocturna con premura. El hecho es que ambos diarios salieron en la misma línea,
o al menos así lo manifiesta el propio Ramírez en Contra unos y
otros (Esfera de los libros, 2014), desmintiendo la versión de Cebrián de que no
hizo caso a su llamada.
Todos conocíamos de la posición del ultra montano El Alcázar, que apoyó sin
ambages el golpe, teniendo conocimiento del mismo en connivencia con el
falangista García Carrés. Pero también fueron ajenos al compromiso con la
democracia el papel de otros medios escritos. Luis Santos ha encontrado un
texto centrado en el archivo reservado del último portavoz del Gobierno,
Ignacio Aguirre, tío y mentor de Esperanza Aguirre. Una de las revelaciones más
espectaculares de este libro es el papel del diario Abc, en su edición de Sevilla, al que el Gobierno calificó de golpista.
¿Quién ayudó a Abc de Sevilla a tapar y
ocultar su vergonzante papel hasta ahora? Pues nada menos, según descubre el
documento, que el propio portavoz del Gobierno, Ignacio Aguirre (pariente de la
actual presidenta del PP madrileño). Pese a los requerimientos de algunos
ministros como García Añoveros y de las informaciones de la propia Secretaría
de Estado para la Información, Aguirre, el portavoz del presidente Calvo
Sotelo, decidió que había que hacer de Abc el referente mediático
frente a la prensa más progresista y que nadie supiese lo que había hecho el
diario. Con documentos confidenciales vemos en este libro cómo se impide la
reaparición del diario Madrid, en el que había
trabajado el periodista Miguel Ángel Aguilar y que el régimen franquista voló
literalmente, mientras por otro lado se aplica la eutanasia a Informaciones y Pueblo y se pretende perjudicar a El País y beneficiar a Abc. Los documentos que
desvela el libro demuestran, además, la persecución de los periodistas
progresistas y de izquierda.
El 16 de marzo de 1981 el secretario de Estado Ignacio Aguirre le escribe
al presidente Calvo-Sotelo: “Después de haber apoyado el golpe en la forma que
tú has visto en el dossier de que dispones…”. Se refiere a Nicolás Salas,
director de Abc de Sevilla, de quien se
dice en la nota que se fue a Capitanía y no al Gobierno Civil en la noche del
golpe, prohibiendo salir a la calle a todos los redactores de Abc. Queda claro pues que Abc de Sevilla jugo un papel
de “desmovilización democrática”.
El libro también desvela cómo Ignacio Aguirre tampoco hará caso de la carta
de Marcelino Oreja, delegado del Gobierno en el País Vasco, que pedía acciones
contra el diario Egin. Y dejará sin efecto la
“sugerencia” hecha en el mismo sentido por el propio rey Juan Carlos. Ignacio
Aguirre fue, además, el mentor del liberalismo de su sobrina. Esperanza sacó su
plaza en Turismo cuando su tío Ignacio era secretario de Estado.
DIARIO ABIERTO. Miguel Ángel Valero.
Periodismo
Una Transición
con fondo de reptiles
04/12/2015
Miguel Ángel Valero. Luis Santos, periodista, demuestra en "La prensa que se
vendió" el contubernio entre el Gobierno y los medios de comunicación.
Ahora que se ha puesto de moda la
segunda Transición es muy bueno que se publiquen obras como “La prensa que se
vendió” (Ediciones Carena, 208 páginas) y que demuestran que en la primera no
todo fue de color de rosa. El trabajo de investigación de un periodista como
Luis Santos a partir de los archivos de Ignacio Aguirre, secretario de Estado
para la Información desde el 27 de febrero de 1981 al 7 de diciembre de 1982,
y tío de la jefa de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid, Esperanza
Aguirre.
En las páginas 163 a 208 de la obra se
reproducen documentos que muestran “vergonzosas componendas para manipular la
opinión pública” en España, como escribe en el prólogo otra periodista, Pilar
de Miguel.
El archivo, celosamente guardado por
Ignacio Aguirre, ha terminado saliendo a la luz gracias a esta obra, desvelando
“que los cimientos del edificio mediático en este país tienen muchas grietas”.
Porque los medios de comunicación, en su legítimo afán de ganar dinero,
olvidaron su razón de ser, que es la de ser transmisores de la información
hacia los ciudadanos. Y muchos ahí siguen, vendiéndose al mejor postor.
La connivencia, cuando no un auténtico
contubernio (y no el judeomasónico al que era tan predilecto el dictador),
entre las empresas periodísticas y el poder político nació “a la vez que se instalaba
la democracia parlamentaria” en España. En ese camino de deshonor, en esa
Transición con fondo de reptiles, fallecieron los medios de comunicación
públicos, cabeceras tan entrañables como “Pueblo”, se dejó caer a publicaciones
de prestigio como “Informaciones”., se impidió la resurrección de “Madrid”
(volado, junto a su edificio, por la dictadura), y se descafeinó, nada más
nacer, a esa prensa conocida como el “Parlamento de papel”.
Este libro “La prensa que se vendió”
debería ser lectura obligatoria para cualquier persona que quiera dedicarse al
periodismo. Para que descubra cómo los grandes directivos y empresarios de la
comunicación “mercadearon con su línea editorial a cambio de ayudas de todo
tipo”. Y algunos de estos personajes continúan, no sólo mercadeando con sus
medios, sino dando clases de moralidad.
La lista de la verguenza es larga: ABC,
Luis María Anson, Guillermo Luca de Tena, El Imparcial (donde se llegó a
entrever dinero de Moscú, nada menos), El País, Juan Luis Cebrián, todas las
rocambolescas y escandalosas peripecias en torno al diario Madrid, el Grupo
Correo, La Vanguardia, Javier Godó, Diario de Barcelona (decano de la prensa en
España, que llegó a sufrir las bombas de la ultraderechista Triple A), El
Peródico, Grupo Zeta, Antonio Asensio (“naturalmente que podríamos extender en
otros términos esta limitación de la crítica a determinados temas más o menos
accidentales, pero naturalmente que necesitaríamos una contraprestación a
cambio”, escribe en octubre de 1978 al secretario de Estado para la
información, Manuel Ortiz), Informaciones y el papel que jugaron en su
desaparición el Grupo March, algunos bancos, y Juan Garrigues. los no
menos sangrantes avatares de los medios públicos Pueblo o Solidaridad Nacional,
Deia, los curiosos paralelismos entre el proetarra Egin y el ultraderechista El
Alcázar ern su tratamiento por el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, el asunto
Off The Record de José Cavero, Fernando Ónega o Carlos Emilio Rodríguez con
Adolfo Suárez.
El escándalo de
las ayudas
Capítulo aparte tiene el mayúsculo
escándalo de las ayudas a la prensa para su renovación tecnológica, por no
subir el prfecio del ejemplar, o por las más variopintas razones. Otro se
dedica a las ayudas de Josep Meliá, todo un secretario de Estado que se disculpa
en una carta al entonces Honorable Jordi Pujol por escribir en
castellano. Y el último se refiere a las ayudas indirectas, al mamoneo de la
publicidad estatal.
El caso es que el fondo de reptiles
manara dinero de sus generorísimas ubres hacia la prensa, y hacia sus
directivos y empresarios.
Para que luego nos cuenten esas
versiones tan idílicas e dealizadas de la Transición, tratando de ocultar la
verdad, que todo era un trapicheo entre el poder y la prensa, en el que salían
perdiendo la verdad, la objetividad, y la información.
·