Esto es como lo de las drogas. El mercado te las proporciona
y si te quieres hacer daño, puedes
hacerlo. Pero el nacionalismo sirve para hacer daño a los demás y eso comporta una especie de droga social, más atractiva para algunas mentes porque nos
amplía la dosis cada día. Igual que nos decían que evitásemos la
droga, el nacionalismo también es un camino a evitar. Yo tengo la
impresión de haber convivido con el chantaje nacionalista toda mi vida
política. Además, que se ha instalado en el lenguaje habitual en todo el
estado.
* Estaba en la prisión de Carabanchel, cuando no era barato
ser preso político durante el franquismo y nadie se lo atribuía gratuita y falsamente, como ahora. Coincidí en prisión con la dirección de CC.OO. (proceso 1001).
Me tocó ir
a buscar la comida de la cárcel (gavetas) junto a un miembro de ETA, lamento no recordar su nombre. Si recuerdo
que le habían detenido tras recibir un tiro de la policía y caer de un tejado.
Eso me contó. Yo que era del PCE aproveché para soltarle la política de
reconciliación, de luchar por las libertades e implicar en esa lucha por la
democracia a la sociedad en en su conjunto, con lo cual estaba de más la
llamada lucha armada (Obvié las razones humanitarias y del respeto a la vida teniendo en cuenta el ADN de mi interlocutor). El preso de ETA se paró en seco, menos mal que no habíamos recogido todavía en la
gran bandeja comunitaria la comida, porque se nos hubiese caído. Me dijo que "para saber de
política, para eso estaría en el PCE". Que ellos "eran otra cosa". Con esa escena,
que ahora casi la veo de forma cinematográfica, comprendí que había dos mundos
que no se podían comunicar, ya en aquella época. Por mucho que se dijese que
era otra ETA, la que luchaba contra el franquismo.
* Esos universos distintos lo reflejaba literariamente en uno de sus personajes Jorge Luis Borges. Las percepciones son iguales, pero se
combinan de distinta manera y obtienen distintos objetos. Incluso impresiones brevísimas en el caso
del nacionalismo, en un mundo sin memoria, sin tiempo.
El lenguaje nacionalista es baratero. Devalúa conceptos como
democracia o fascismo-franquismo. Yo creo que en el caso de Cataluña que tiene
un idioma importante, recuerdo como cantábamos en Madrid L,estaca de Lluis
Llach, (segur que tomba..tomba tomba, en referencia clara a que el franquismo
iba a caer si todos tirábamos de esa simbólica estaca). Pero ahora, bueno hace
algún tiempo, los nacionalistas han construido un dialecto político con esos
términos devaluados. Idioma universal, dialecto político. A ese dialecto
político, se han sumado ardorosamente los periodistas catalanes que han brotado
en las tertulias televisivas que quieren dar cobertura simpática al
nacionalismo. Entre los términos que amplifican figura el de “unionistas” para
definir a los constitucionalistas. Algo tan ajeno a nuestra trayectoria
política, e incluso la contracultural. Se han beneficiado los escribidores
nacionalistas de una etapa mediática que ha incorporado un presentismo
exagerado que ha dado voz a los que cultivaban el vértigo informativo,
normalmente nacionalistas que siempre estaban dispuestos a generar dudas sobre
la democracia en nuestro país. Si siempre ha existido un sensacionalismo
político- informativo, recordemos las 3 Erres de Luis Ramallo, Pilar Rahola y
Antonio Romero, Ahora con Rufián se ha subido un peldaño en el stress
informativo al que se ha sometido a la sociedad que lo que quería era
información sobre lo que estaba pasando. Los medios que han amparado esta lucha
por la audiencia no dudaban en aplicar calificativos como “asalto” a la
presunta operación policial para detener a independentistas en el Parlament, o “censura” a que no se puedan utilizar determinados símbolos de apoyo a los
encarcelados independentistas.
Por eso esos dos universos nunca nos entenderemos. La
democracia no vale lo mismo para ellos que para mí, no porque yo ayudara
modestamente a traerla, sino porque ellos, los nacionalistas, han pervertido el
término en su boca al aceptar como acepción la facticidad de los días 6 y 7 de
septiembre, cuando se hizo desaparecer la democracia parlamentaria en Cataluña. Si
cayésemos en el mismo juego dialectal podríamos decir que han sido
“liberticidas” los nacionalistas. Pero a los constitucionalistas se les exige
realismo y a los nacionalistas solo amor propio a su propio amor. Por eso un
demócrata siente incredulidad ante un nacionalista, no puede creer que esté
pasando lo que está pasando. Y el nacionalismo no se siente cínico. Es así. O
lo tomas o lo dejas. Yo lo dejé hace muchos años, en la cárcel, aunque luchase contra el franquismo y porque lo hacía con métodos que no respetaban la vida.
Sabemos que los nacionalistas son ganosos, todo va a la "buchaca", lo de menos es la razón y la vida.